miércoles, 22 de febrero de 2012

Obsolescencia programada y Decrecimiento Economico


¿QUÉ ES LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA?

Es probable que no te encuentres familiarizado con este término, aunque seguramente seas uno más de los millones de consumidores que han sufrido alguna vez sus efectos.

En la sociedad en la que vivimos, en la cual el consumo constituye una parte fundamental de un sistema de control de masas aplicando nuevamente de forma solapada el sistema de schock, no es de extrañar que muchas corporaciones pongan en marcha ciertas “estrategias” carentes de validez ética y moral con el único fin de obtener beneficios económicos y controlar nuestros hábitos.

Estamos hablando de la denominada obsolescencia programada, la cual hace referencia al diseño de un producto que debe fallar en un tiempo determinado, solo con el fin de maximizar las ganancias de las corporaciones.

La operación es simple. Basta con la inclusión de pequeñas piezas defectuosas, de un chip controlador o de materiales de baja calidad en nuestros ordenadores, lavadoras o televisores, de manera que éstos no tardan demasiado en dar problemas. Así, logran que nos veamos en la necesidad de adquirir otro producto.

Eso es precisamente lo que se busca, que cada vez nos duren menos nuestros aparatos o utensilios para así tener que gastar más y más.

Ejemplos como este no hacen más que poner de manifiesto las enormes ansias de poder y de riqueza que podemos llegar a tener muchas veces los humanos. Y la pregunta quizá sea: ¿si estas cosas ocurren con los llamados “artículos de lujo”, que no ocurrirá con los alimentos o las medicinas? ¿Acaso tú entiendes algo de su composición? Yo desde luego, muy poco.

Siempre se ha escuchado a "los mayores", sobre todo de 60 para arriba, comentar el hecho de que los artículos que compramos, cada vez duran menos. Lo que la mayoría no sabe, aunque si intuye, es que esto está hecho así a propósito.

La obsolescencia programada(o ciclo de vida del producto). Así se le llama al hecho de que los ingenieros de las empresas occidentales son obligados a diseñar productos con un tiempo de vida finito. No les animan a mejorar los productos al máximo, como sería lo lógico, sino que les exigen que los productos duren un tiempo determinado para que el consumidor, al cabo de ese tiempo, tenga que comprarse otro.

¿Por qué comprarse otro y no reparar el actual? Porque es más caro. ¿Cómo? ¿Qué es más caro reparar un producto que comprarse otro nuevo? Cualquiera se da cuenta de que esto es insostenible.

Por lo tanto el individuo debe cambiar, este tiene que evolucionar hacia un sistema que no atente contra los ciudadanos ni contra la naturaleza, este sistema es el que se presenta posible y real através del Nacional Socialismo.

se debe generar un sistema opuesto al crecimiento continuo que es insostenible, sin caer enm las mentiras de corte marxista.

Un decrecimiento económico.

Es muy difícil en los tiempos de consumismo desaforado y obsesión por el enriquecimiento personal abogar por un modelo de desarrollo que pivote en no seguir creciendo, mantener hábitos austeros y ralentizar el ritmo asfixiante de expolio de la naturaleza. El discurso dominante nos intenta persuadir que la “eco-eficiencia”, el “desarrollo sostenible” y la innovación tecnológica pueden lograr el milagro de los panes y los peces de continuar creciendo en un planeta finito, solo a base de poner algunos frenos a la ineficiencia y al despilfarro. Es hora de que los movimientos sociales más lúcidos se den cuenta de la falacia y del error: el incremento continuado del Producto Interior Bruto, la mayor generación de bienes y servicios, la acumulación constante del capital, es una perspectiva rechazable por más que intente disfrazarse de “amigable” con el medio natural y sostenible. Como reconoce Susan George, “cada 25 años la economía mundial se duplica; hay que terminar con esa idea de crecer sin parar o acabaremos con el planeta: sencillamente este sistema es insostenible”.

Con la teoría productivista, que afirma que la cantidad de recursos naturales requerida por unidad de producto disminuye con el progreso técnico, los economistas proclaman una “desmaterialización” de la producción que no es cierta. La extracción de materias primas sigue imperturbable, con el petróleo como hito, y el crecimiento demográfico y la expansión del comercio hacen trizas todos los propósitos de contener la degradación de la Tierra. Por otro lado, el Calentamiento Global repercute sobre todos los países y en mayor medida en los que menos responsabilidad tienen en el incremento del efecto invernadero: los países pobres o mejor dicho “desposeídos”. El aumento general de la brecha entre pobres y ricos contradice también la dudosa teoría según la cual el crecimiento económico es capaz de reducir las desigualdades y de reforzar la cohesión social. De los 6.500 millones de personas que habitan el planeta, mil millones siguen estancadas en la miseria, el hambre y la pobreza. Son los desposeídos que no tienen nada y que sobreviven con menos de un dólar al día. Forman lo que se llama “el club de la miseria”

Muchos de ellos padecen la llamada “maldición de los recursos”, o sea, países que con gran riqueza de recursos naturales no despegan, profundizando su atraso económico, la corrupción y la exclusión social. Es el caso de Nigeria y Guinea (petróleo) o de Sierra Leona (diamantes). Es un círculo vicioso, en el que la pobreza causa mal gobierno y el mal gobierno causa pobreza: una inercia terriblemente difícil de romper. Padecen la “globalización de la pobreza”, lo contrario del desarrollo y el progreso, o sea, la regresión y la primitivización.

Evidentemente no se trata de imponer la alternativa decreciente para todos, sino para los privilegiados, ese 20% de la población que explota el 80% de los recursos naturales del planeta. El otro 15-20% de desposeídos deberían crecer y desarrollarse, para lo cual la ayuda internacional, la asistencia tecnológica y la reposición de la deuda ecológica serían compromisos ineludibles. En el caso de los demás países, el compromiso de cambiar de modelo es claro para los llamados países emergentes (China, India, Brasil,...), que están reproduciendo lo peor de nuestro desarrollo: tráfico motorizado creciente, urbanización incontrolada, explotación desmedida de combustibles fósiles, infraestructuras colosales, etc.

Los ingleses han llamado a este desafío downshifting, o sea, reducción de escala, ganar menos y consumir menos, compartiendo recursos. Es una utopía, sin duda, pero la única capaz de sacarnos del atolladero. La dificultad de ir contra corriente es máxima, porque la publicidad nos incita a consumir sin freno. Los gobiernos practican la esquizofrenia de exhortarnos a reducir, reutilizar y reciclar, pero no hacen nada para que las industrias sigan aumentando, desechando y vertiendo todo lo que quieren. Un ejemplo descarnado de esta contradicción lo tenemos en los premios Príncipe de Asturias, que igual reconocen el papel impagable de Al Gore contra el Cambio Climático, que recompensan a uno de los sectores de mayor responsabilidad en su agravamiento, el automovilístico, con el premio a Alonso y Schumacher.

La combinación del fetichismo del crecimiento, el consumo compulsivo y la explotación irreflexiva de la naturaleza, es la cara oculta de la globalización, nos advierte Hamilton. Frente a ello, consumir menos, trabajar menos y adoptar un ritmo más pausado, son la clave del bienestar. Si a esto le sumamos el compartir bienes y servicios, tenemos la clave de la equidad: “promover la calidad de la vida social e individual, en vez de rendirse a las demandas del mercado”.

Hoy es necesario un nuevo paradigma basado en la sostenibilidad, lo que supone satisfacer todas las necesidades básicas de todas las personas, y controlar el consumo antes de que éste nos controle. Entre las medidas más inmediatas hay que eliminar las subvenciones que perjudican el medio ambiente (un billón de dólares anuales que incentivan el consumo de agua, energía, plaguicidas, pescado, productos forestales y el uso del automóvil), realizar una profunda reforma ecológica de la fiscalidad, introducir criterios ecológicos y sociales en todas las compras de bienes y servicios de las administraciones públicas, nuevas normas y leyes encaminadas a promover la durabilidad, la reparación y la “actualización” de los productos en lugar de la obsolescencia programada, programas de etiquetado y promoción del consumo justo. Y todo ello dentro de una estrategia de “desmaterialización” de la economía, encaminada a satisfacer las necesidades sin socavar los pilares de nuestra existencia.

La Alternativa Una genuina sostenibilidad será la que logre transformar la economía para que pueda sostenerse a largo plazo, cumpliendo cuatro preceptos:

• Uso limitado de todos los recursos, a un ritmo que produzca niveles de residuos que el ecosistema pueda absorber. Y en vez de residuos sean aportes de tipo nutritivo a la naturaleza.

• Explotación de los recursos renovables en proporciones que no sobrepasen la capacidad del ecosistema de regenerar tales recursos.

• Consumir los recursos no renovables en proporciones que no sobrepasen las tasas de desarrollo de recursos renovables sustitutivos.

• Decrecimiento económico y equidad global, de manera que exista un equilibrio perdurable entre población, recursos y medio ambiente.

Este sistema se llevo a la Praxis en la Alemania Nacional Socialista, Por tanto porque temer a esta solución, simple Porque la banca internacional y los especuladores de Sión nos quieren mantener como esclavos por todo el periodo que dure nuestra especie en el planeta.


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